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La estructura social del uruguay por @fedelagrotta

 “Desde la perspectiva de la población local, confirma las crecientes desigualdades sociales y tendencia de fragmentación a nivel de las ciudades y el territorio, donde por un lado ciertos sectores se modernizan con la introducción de nuevas tecnologías y pautas de consumo globales, y por otra parte, crecientemente, surgen estratos de población con necesidades básicas insatisfechas y posibilidades de movilidad socioeconómica extremadamente limitadas (…) dichos fenómenos indican que las distancias entre las clases sociales se profundizan y los encuentros entre sectores sociales distantes son cada vez menos frecuentes, y se pierden las características de sociedad integrada”.i

 En el imaginario colectivo y también en los datos sociales, el Uruguay es considerado un país con una gran clase media y con unas clases bajas y altas pequeñas. Asimismo, nuestra sociedad se asocia a la del tipo tradicional de acuerdo con sus pautas culturales, en la relación entre los géneros, a su relativa seguridad, un sistema democrático altamente desarrollado del tipo inclusivo y principalmente, se la califica como una sociedad no muy dinámica.

 Lamentablemente, desde la reapertura democrática, muchas de estas características han ido cambiando, en algunos aspectos negativamente y otros siguen siendo constantes traídas desde la historia como es el caso demográfico. La evolución de su población demuestra ser ya un caso estructural del Uruguay, al cual se le han añadido nuevas complejidades, en especial en el cambio reproductivo. Esto significa por un parte, que actualmente las personas de mayores ingresos reducen su natalidad y alargan su vida; mientras que ocurre el fenómeno opuesto en las personas de menores ingresos ya que aumentan la cantidad de hijos por mujer. Este dato es altamente significativo ya que en el país, la mitad de los niños pueden ubicarse bajo la línea de pobreza, a lo cual se suma un aumento cada vez mayor en la diferenciación por nivel socioeconómico. De esta forma, se ha conformado un círculo vicioso de exclusión y fragmentación social.

 Dentro de este círculo vicioso se encuentra también el tema de la emigración, ya que los que se van son personas jóvenes de nivel socioeconómico medio o alto y formadas educativamente, lo que genera una importante pérdida de recursos humanos valiosos.

 Asimismo, dentro de esta sociedad avejentada que expulsa jóvenes con “talento”, no encontramos con una enorme mayoría de éstos entre 20 a 30 años que no están estudiando ni trabajando, es decir, se han convertido en personas demandantes sin expectativas o desilusionados, que potencialmente pasan a ser materia prima generadora de futuros problemas estructurales de desigualdad social en el país.

 Las dimensiones anteriormente explicitadas, probablemente están siendo facilitadas por el énfasis que se ha dado en la disolución de los hogares nucleares, que prevalece a diferencia de otras formas de convivencia en familia. Este efecto sostenido en el tiempo genera a su vez otro problema: en el futuro, Uruguay no contará con población inactiva laboralmente, la cual sería la responsable de mantener los cuidados necesarios hacia las personas que así los necesitan. Esto se daría porque la mayoría de las mujeres que hoy siguen siendo las encargadas, en esta sociedad tradicional, de los roles de crianza de los hijos y realización de las tareas que dependen de la construcción de su género; están comenzando a ingresar al mercado de trabajo. Este hecho se da debido a una mayor independencia relativa y/o simplemente por necesidad económica, pero ciertamente deja un espacio sin contención que hasta ahora estaba resuelto.

 Ahora bien, el Uruguay está sufriendo un nuevo proceso, probablemente impulsado por la fragmentación social que es el del cambio de los ámbitos territoriales. Se están perdiendo los espacios públicos comunes, debido a la generación de micro-sociedades cada vez más aisladas del resto y más homogéneas hacia la interna. Es decir, poblaciones con los mismos niveles de ingreso, educativos, culturales y sociales, habitan en el mismo territorio, compartiendo lugares comunes de interacción social. Como consecuencia de esto, se van generando menos ámbitos de interacción entre los integrantes de estas micro-sociedades.

 También se está notando una ruptura de las típicas tres clases sociales, en especial se observa una gran diferenciación dentro de la gran clase media. Sus pautas sociales y de consumo logran asimilarse a las de la clase alta, mientras que la clase media-baja lucha fuertemente por diferenciarse de la llamada clase baja, lo que deja prácticamente un vacío inhabitado de la clase media propiamente dicha.

 La movilidad social también se ha visto enlentecida, ya que las clases medias altas lograron resistir más eficazmente al empobrecimiento producto de las crisis económicas, lo que esto denota que todo el peso de las crisis repercutió sobre las clases medias bajas. Esto indica una falla por parte del Estado a la hora de aplicar políticas de equidad en la distribución del ingreso generado en el país.

 Es suma, conviene atender lo que aparece como una evolución de la estructura social. La misma está pautada por un Uruguay que tiende a tener una población insertada en el mundo, con similares estándares de vida y niveles de desarrollo. Es decir, personas que lograr sacar provecho a la llamada globalización. Sin embargo, otra parte de la población se encuentra fuera del sistema y no logra insertarse, lo que agudiza un proceso de distanciamiento continuo entre las personas que conviven en un mismo territorio.

 En cuanto al rol del Estado uruguayo parecería que está siendo incapaz de delinear un nuevo modelo de desarrollo que permita mantener una población más homogénea que la actual.

Federico Lagrotta

2009

i Danilo, VEIGA, Ana Laura, RIVOIR. “Desigualdades sociales en Uruguay”. Pp.87.

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