EL BLOG DE FEDE LAGROTTA

Fede Lagrotta

Historias y reflexiones de Uruguay

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Aventuras por Salta y Jujuy 1

Hace unos meses me crucé con una compañera en la oficina. Me contó que había vuelos a Jujuy por 50 dólares y si quería acompañarla a ella y una amiga a recorrer el norte argentino. Dije que sí; la fecha era un lejano setiembre.

Mientras llegaba la fecha, dediqué las energías que tengo (pocas) a cursar el segundo semestre de la facultad y a dar un concurso interno para ser jefe, cosa que odio, porque ya desde el nombre está mal, pero bueno, el mundo se cambia de a poco.

– 2 de setiembre –

El ruido que hacía mi maleta mientras caminaba por la calle 21 de setiembre a las cinco de la mañana hacia la casa de mi amiga fue el primer desafío para mí. Básicamente, todo para mí es un desafío, y este no era más que el inicio de una elaborada cadena de medios de transporte que me depositaría 14 horas después en la capital de Salta.

– Los indispensables –

Arribamos al norte argentino a través del aeropuerto de Jujuy. Al llegar, me abrazó la altura, pequeña aún, y una sensación de vivir adentro de un trámite de la intendencia. Todo tiene su tiempo aquí, pero yo soy ansioso.

Ojalá pueda manejar esa paz.

Salimos del aeropuerto en un Fiat Cronos sedán. Fue el cuarto integrante de nuestro periplo; sin esa máquina y su capacidad para perdonar y superarlo todo, no hubiéramos llegado lejos.
Los otros cuatro integrantes fueron los teléfonos móviles. Diré que toda herramienta es un arma.

Seguro escucharon la frase de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde; bueno, la conectividad en este caso y la baja batería fueron fieles acompañantes de este viaje.

– Lejos de la nube –

Por suerte, Daniela – pongámosle un nombre falso para preservar su intimidad – tenía bajadas 10 canciones de Matias Valdez que fueron escuchadas en loop siempre que se cortaba la señal. Me acuerdo de una que habla de cinchar la cuerda…

– comidas típicas y porteños –

¡Llegamos al hotel! ¡Y nos fuimos a comer sushi!


Elegimos las mesas de afuera y a partir de ese momento nos dimos cuenta de que la pobreza allí tiene cara de niña o niño, o si quieren, busquen el término “cabecita negra”. Muy colonialmente respetuosos, nos solicitaban que les compráramos algo o plata o lo que sea.

En mi caso, era la primera vez que salía de Buenos Aires y me fui dando cuenta de que Argentina es mucho más que esa ciudad.
Es un gran país, que aún no identifico qué los une, más allá de su amor al nacionalismo y la selección.

– Para que sea panorámica hay que poder ver –

Terminado nuestro periplo por Salta, que incluyó su iglesia, Cabildo, el Museo de la Alta Montaña y el teleférico, partimos para Cafayate.
Les dije a mis compañeras de viaje que la ida duraba una hora, pero me equivoqué, duraba tres. Ajustamos la vuelta para salir sobre las 17. No vimos nada. La vida da revanchas…
Continuará o no

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