Pandemia, Estado y formalidad.
El Covid19 nos está dando a los uruguayos una gran oportunidad para ver e incluso sentir los beneficios de contar con una mínima formalidad. Y no hablo de esa formalidad impositiva, sino de la capacidad que otorga la formalidad de articular soluciones, la existencia de referentes claros con los cuales mejorar y desarrollar políticas públicas,…

El GACH es un buen ejemplo del concepto de formalidad que intento manejar. Otro ejemplo puede ser el esquema de aplicación de las vacunas, en ese sentido, cuanto más sepamos sobre comorbilidades en nuestro sistema integrado de salud, mejor podremos aplicar las vacunas y más adelante cualquier otro estímulo positivo para tratarlas. Del mismo modo, cuantos más hogares de ancianos tengamos en el radar, mejor podremos trabajar sobre la tercera edad aparte de vacunarlos antes. Asimismo, cuanta más formalidad laboral tengamos, mejor podremos aplicar políticas de incentivos para ese sector y sus empresas.
Por ello, toda institución que aporte y que construya formalidad debería ser un bien preciado para el Estado, como lo son las asociaciones, sindicatos, clubes, gremiales, etc.
El Estado -en todos sus niveles- debe impulsar por sí mismo la posibilidad de ingresar, de saltar diría yo, esa barrera que separa tan cruelmente lo que es formal o no lo es. Debe actuar con la actitud de tender una mano, más que empujarlo por la borda al que teclea, ya que esta pandemia muestra que si no existe un vinculo al Estado se le complica ayudar de manera eficiente y justa.
Es más, el Estado debe luchar contra su tentación de centrarse obsesivamente en el mundo de la formalidad dejando a veces casi sin atención todo el otro mundo que vive por fuera de tal o cual regulación, permiso o acceso a algo.
Creo que el Uruguay debe dedicar iguales energías a estos dos mundos y pienso tanto en un contexto con o pos-pandemia.