Emilio Reus y su época / Carlos Visca VIII. La crisis y la liquidación del Banco Nacional.
En este jueves de historia, les dejamos el siguiente extracto de una obra necesaria para entender algunas problemáticas de la realidad presente.

Emilio Reus y su época / Carlos Visca
VIII. La crisis y la liquidación del Banco Nacional.
Ediciones de la Banda Oriental – 1963 – PP. 109 a 125
“La crisis que estalló en julio de 1890, no era, por cierto, un hecho que pudiera sorprender a las personas avisadas y que serenamente se habían dedicado a observar el formidable despliegue económico en que había entrado el país. “Estamos en los preliminares de una crisis – decía el diario El Siglo, poco antes de que estallara – que es posible conjurar, pero que también se puede hacer temible, según sea la actitud que a su respecto asuman los capitalistas y el gobierno. El dinero se retira o se va a fuera en pago de deudas y consumos, la plaza está abarrotada de papeles y acciones de todo género, la desconfianza cunde por todas partes. Es un hecho, por ejemplo, que las acciones del Crédito Real Uruguayo, y de cinco o seis sociedades de las que más han descollado por su excelente administración no tienen hoy compradores sino por la mitad de su valor nominal”
Para paliar la situación que se agravaba día a día, pedía el mismo diario al día siguiente del artículo que transcribimos, la sustitución del directorio del banco, pues el banco, decía, “reagrava la situación, o más bien dicho, la convierte en una inmensa crisis general. Por eso hemos sostenido desde el principio que el gobierno estaba en el deber de remover el viejo directorio y sustituirlo por otro que inspire confianza plena y absoluta a los banqueros particulares y a la plaza toda”. El día 5 de julio de 1890, el Banco Nacional suspendía la conversión de sus billetes. “No corre más velozmente la electricidad de lo que corría ayer la noticia de que el Banco Nacional iba provisoriamente a suspender la convertibilidad de sus billetes. Sino todos, la mayor parte de los tenedores bancarios pretendían no quedar fuera del oro a espera de la reapertura de la conversión y de ahí que se apresuraran, se atropellaran y hasta rodaran algunos por las escaleras que conducen al vestíbulo de las oficinas del despacho del mencionado establecimiento, sufriendo no pequeño desengaño al encontrarse frente a los carteles pegado a los cristales, cuyo anuncio de no conversión momentánea les producía gran desaliento y bajaban cabizbajos y desganados, no de su primera intentona, pero sí de hacer por el momento cualquier otra cosa. En esta ímproba tarea estuvieron entretenidos centenares de personas durante tres horas. Entretanto, la cuadra de Zabala desde Cerrito a Piedras, así como la mitad de las adyacentes se atestaba de gente, de curiosos, en su mayor parte, que de no tratar de convertirse ellos mismos en oro, maldito el billete que tuvieran en su bolsillo”
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En tanto la crisis se producía; el Banco Nacional resolvía la inconversión de sus billetes, y 48 horas después la Asamblea General aprobaba una ley de curso forzoso por seis meses, “durante los cuales – decía la ley – se procederá a la revisión de la carta fundamental del banco (Nacional) y a su reorganización por los poderes públicos” . La misma ley separaba del Banco Nacional su sección hipotecaria. Los billetes quedaban garantidos hasta 3 meses después de restablecida la conversión. Al mismo tiempo determinaba que la deuda pública externa e interna serían servidas a oro.
Los poderes públicos justificaban la resolución de la inconversión diciendo: “En el concepto del Poder Ejecutivo, no hay más que dos caminos a seguir: la liquidación del banco o su continuación sobre bases nuevas o sobre las actuales modificadas. En uno u otro caso lo que debe preocupar ante todo es la inconversión de los billetes por las gravísimas perturbaciones que introducen en todo el mecanismo de la circulación general de los cambios”. “La liquidación inmediata sería un desastre nacional”, decía por su parte el diputado Mendiharzu, miembro informante de la Comisión de Hacienda de la Asamblea General, “el comercio, la industria y el vecindario de Montevideo, adeudan al banco muchos millones de pesos, lo mismo que los habitantes de la campaña, a quienes ha servido como verdadero provecho y eficacia, con la importante suma de seis millones de pesos. En cambio si se da al Banco Nacional tiempo suficiente para arbitrar recursos o para reorganizarse, podemos esperar razonablemente que las corrientes económicas tomen pronto su nivel y se restablezcan las condiciones normales de la circulación y el crédito”
El anuncio de la inconversión del Banco Nacional y su posterior respaldo por ley, levantó una verdadera ola de protestas “Opinamos – decía La Razón – que el paso dado por el Banco Nacional ha sido precipitado, porque ha venido a violentar una situación que podría haberse remediado por otros medios. Cualquier banco particular podría manifestarse impotente para convertir sus billetes por igual suma que el Nacional tiene en circulación sin que por ello se produjesen más trastornos que el perjuicio directo que sufriesen los tenedores. Pero tratándose del Banco Nacional ligado al Estado por estrechos vínculos de intereses y responsabilidades se complica mucho la situación creada por la inconversión, siquiera transitoria de sus billetes. El crédito que se conquista en muchos años se pierde en una hora, y no se readquiere después sino a costa de rudas pruebas”. Sostenía luego, coincidiendo con un artículo de El Siglo, que los cuatro o cinco millones de pesos no eran una cantidad suficiente para determinar la inconversión y cuya incovertibilidad no podía trastornar la economía del país, como lo hace ahora la ley forzosa de inconversión. Por su parte el comercio y el público reaccionaron de diversas maneras. Casas comerciales hubo que tomaron el papel del Banco Nacional a la par, mientras otras lo hacían con un descuento de un 10% a un 30% de su valor nominal. Poco después el comercio minorista resolvía en asamblea recibir el papel del Banco Nacional de acuerdo a su cotización en la Bolsa, que era alrededor de 0,70 por peso papel; mientras que por su parte los bancos privados y el comercio mayorista, en número de más de 500 casas, resolvían rechazarlo.
En cambio en la campaña, en donde la actuación del Banco Nacional había sido de resultados positivos, el comercio en general aceptó sin mayor oposición la resolución de inconversión, resolviendo aceptar los billetes del Banco Nacional por su valor escrito. El comercio de San José, luego de una asamblea reunida para discutir la posición a tomar frente a la resolución del banco, manifestaba: “en vista de los importantes servicios prestados por la sucursal del Banco Nacional en San José, al comercio en general, se resolvió recibir los billetes de dicho banco en nuestras casas de comercio y en las operaciones diarias y llamadas al contado por su valor escrito”. Iguales declaraciones y decisiones las hallamos en el comercio de Mercedes y Paysandú.
A pesar de estos signos promisorios, el temor y la desconfianza que producía la imposibilidad de convertir el papel en oro, eran de hecho el más poderoso aliado de la crisis, y el enemigo más temible que se oponía a la normalización económica del país. La crisis había afirmado Julio Herrera y Obes, “es crisis de falta de confianza”. “Restablecida la confianza – decía el diario El Día – la emisión actual del Banco Nacional circulará sin mayores dificultades y podrá aumentarse en otro tanto sobre buenas garantías con arreglo a la reciente ley de inconversión. Esto facilitará todas las transacciones haciendo cesar la escasez de medio circulante y la tirantez de relaciones que trabajaba a nuestra plaza desde muchos meses atrás”. “La situación – afirmaba el mismo diario pocas semanas después – es en la actualidad la de un enfermo leve al cual se le hace entender que tiene un grave padecimiento. ¿No tiene el Estado cómo garantir cinco millones escasos que hay en circulación? ¿No ha declarado la Comisión Fiscal de Emisión, que el banco contaba con valores realizables en cantidad suficiente para hacer por su sola cuenta la conversión sin auxilio del gobierno?
Nuestro gobierno a quien los prestamistas europeos entregan con plena confianza, aun en las peores épocas que hemos atravesado, millones en libras esterlinas, ¿no puede ahora hacerse responsable por un millón? ¿Qué es lo que queda pues por convertir? En resumen tres millones de emisión mayor, que puede decirse que no se encuentra en circulación pues está guardada en las cajas fuertes de los especuladores y los banqueros que la consideran oro”
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