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Fede Lagrotta

Historias y reflexiones de Uruguay

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Domingo Arena sobre los últimos días de José Batlle y Ordoñez

Fragmentos de un artículo publicado por el Dr. Arena, en el diario EL DIA el 20 de octubre de 1930. Recuerdos, anécdotas, reflexiones, sobre Batlle.

Fragmentos de un artículo publicado por el Dr. Arena, en el diario EL DIA el 20 de octubre de 1930.

Recuerdos, anécdotas, reflexiones, sobre Batlle.

Este texto publicado en 1930, lo tengo en una serie de suplementos que EL DIA lanzo en 1956 con motivo del primer centenario de José Batlle y Ordoñez.

Les dejo lo siguiente:

SU CONCEPTO DE UN CREADOR Y LA RAZÓN DE SU ANTICLERICALISMO. – EL MISTERIO DE LA CREACIÓN Y DE LA VIDA.

Hablábamos mucho, con frecuencia, del misterio de la creación y de las causas primeras, en el conocimiento de las cuales, según él, la Humanidad no había avanzado un paso desde que hablaron los grandes filósofos griegos.

 La vida era para él sustancialmente incomprensible, algo así como un azaroso y estrecho puente tendido sobre el abismo insondable y entre dos misterios, el nacimiento y la muerte, que nos obligaban a atravesar a ciegas y sin ningún objetivo satisfactorio ¿Surgíamos repentinamente de la nada, como lo creen algunos? ¿Procedíamos de otras vidas, siguiendo una peregrinación ascendente, como lo sostienen otros? ¿vamos hacia la nada, o hacia otras vidas mejores?

Racionalmente sabia por qué decidirse. Pero de una manera oscura vagaba en el fondo de su espíritu, la idea de que él había vivido antes. Apuntaba que más de una vez, lugares que no había visitado nunca, le resultaban completamente familiares. Recordaba que en su infancia, una sirvienta de su casa, le había producido al verla por primera vez un terror inconcebible, que no pudo dominar siempre que la tuvo cerca, como si le aportara la sombra de una tragedia ajena de la que hubiese perdido el recuerdo.

 A consecuencia de todo esto no se atrevía a negar la supervivencia humana que tantos afirman. Todo puede ser, decía en el infinito conjunto de las incomprensiones que nos rodean! Hacía notar, sí, que era chocante, que los mentados espíritus de los muertos que se suponen comunicándose a veces con los vivos, con los que se pretende probar la inmortalidad, nunca dijeran nada importante; pero no negaba que pudiera admitirse que les estuviera prohibido hacerlo, si el truco de la creación fuese el misterio y que hubiese que ver en sus manifestaciones, simples tenues rayos destinados a hacernos entrever el Más Allá. Hasta apuntaba un detalle emocionante: recordaba que una tarde, mientras paseaba por el jardín llegó hasta él una magnífica mariposa, para posársele sobre su mano extendida, lo que le hizo acariciar la esperanza de que la extraña y romántica visita pudiese ser un mensaje de su hija, perdida meses antes!.

 La armoniosa intensidad del mundo lo desconcertaba. ¡Pensar, decía, que si se recorren en el espacio, miles y miles de leguas sembradas de astros, quedan todavía por recorrer miles y miles de leguas igualmente llenas de soles ! Ese prodigo, casi inconcebible, ¿puede ser obra de la casualidad? ¿Cómo han podido surgir tantos millones de animales distintos y tan perfectamente organizados, tantas plantas, chicas y grandes, con formas tan precisas e inconfundibles? Su  raciocinio simplista pero preciso, lo inclinaba admitir la existencia de una fuerza creadora, todopoderosa y supremamente inteligente. Pero entonces se le ocurría observar que por las apariencias al menos, el Creador, en vez de mostrarse como la suprema bondad en movimiento, aparecía como un diablo omnipotente empeñado en desconcertar a sus criaturas, confundiéndolas en las angustias de sus imperfecciones y con la tragedia constante de la lucha por la vida.

 ¿Por qué, pudiendo tanto le dio tanta preponderancia al dolor? ¿Que necesidad tenía de rodearnos de fieras y de animales ponzoñosos y de microbios asesinos? Y sobre todo, ¿por qué hacer aparecer con tanta frecuencia, la fiera en el hombre mismo? ¿por qué hacer aparecer con tanta frecuencia, la fiera en el hombre mismo? ¿Por qué, ya que sentía la necesidad de hacer de la vida la gran usina abastecedora de la muerte, no hizo de ésta una fuente de placer en vez de ser siempre la suprema manifestación del horror? ¿Por que, por lo menos, no nos construyó mejor, librándonos de prosaísmos que nos empequeñecen y dotándonos de órganos más puros y mejor ubicados para satisfacer las supremas necesidades que nos impuso? Pero, como nada de lo que se ve se entiende, y todo puede ser distinto de lo que parece, Batlle admitía el sentimiento religioso como manifestación superior abstracta, dirigida hacia lo desconocido.

(…)

#Batllismo #DomingoArena #ElDía #JoséBatlleyOrdoñez

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