Las divisas y un bigote – Para santo y seña, los de mi tiempo (1812-1831)
Sable en mano y carabina a la espalda Al Dr. Alberto Palomeque. Departían amigablemente dos veteranos del ejército de su tiempo. Uno era del año 11, y otro del año 25, revistando ambos en el ejército el año 31.

Sable en mano y carabina a la espalda
Al Dr. Alberto Palomeque.
Departían amigablemente dos veteranos del ejército de su tiempo. Uno era del año 11, y otro del año 25, revistando ambos en el ejército el año 31.
Eran así por el estilo de un Bartolo Quinteros, un Pablo Pérez, un Gabriel Velazco, un Manuel Araucho, un Felipe Duarte, un Andrés Gómez y un José María Navajas, según el relato de la crónica.
Platicaban los buenos amigos y camaradas sobre distintas cosas de la milicia de sus tiempos, lo mismo sobres sus campañas, los corvos, los facones enastados a falta de lanzas, que sobre la mascada, el cimarrón, el barboquejo y el bigote.
– ¿Bigote dijiste? ¡De adónde criollo! Ni pintado con corcho, díjole el otro. Eso quedaba para el portugués bigotudo, como decíamos entonces. La barba corta, sí, pero bigote ¡cuando! Ni Artigas, ni Rondeau, ni Rivera, ni Lavalleja lo usaron. Eso vino recién en el año 29, por decreto haciendo obligatorio su uso a la tropa de línea, y prohibiéndolo a los milicianos.
Mire usted: recuerdo que el decreto cantaba así:
Artículo 1º Todos los individuos pertenecientes a tropa de línea usaran bigote.
Artículo 2ª No podrán usarlo los milicianos de cualquier clase, ni aun cuando estén en servicio activo.
“Rondeau”
“Eugenio Garzón”
– Hombre, repuso el otro, es cierto que el bigote recién entonces entró en uso, como distintivo del militar de línea. Recuerdo ahora, que por no observarse bien, mandó el gobierno poco ha, (Julio de 1831) nuevamente observarse aquella disposición, comunicándola a los Jefes Políticos de los departamentos.
Los amigos doblaron la hoja, y siguieron conversando de otras cosas de su tiempo; recayó ¿sobre qué les parecerá a ustedes? Sobre el santo y seña de las órdenes generales del Estado Mayor de su tiempo, alabando cada cual las del suyo, los de la patria más vieja, y los de la del año 25 hasta el presente 1831.
Y se engolfaron los buenos patricios en recordarlos con la pasión o el gusto natural, diciendo al fin y a la postre de la departición amigable: para santo y seña, los de mí tiempo.
El veterano del año 12 traía a la memoria algunos del tiempo de Artigas, en las divisiones o cuerpos de Latorre, Basualdo, Pagola, Otorgués y Rivera, como por ejemplo estos: Ser libres o morir. – Defendamos el sistema – Paisanos, amor a la patria – Gloria a los valientes americanos. – Los godos sucumbirán. – La Banda Oriental será libre de tiranos. – Constancia y valor, patriotas. – Artigas y victoria. – Patria y libertad es nuestra divisa.
A su turno, el veterano del año 25 empezó a recordar los de su tiempo, que por ser más frescos, podía tener con ventaja en la punta de la lengua, y formuló su lista, que contenía los siguientes:
En Rincón y Sarandí, vencimos. – Sable en mano y carabina a la espalda. – Imperiales en derrota. – Gloria a los héroes. – Unión, valor y disciplina. – Marchemos al Continente. – La corona del triunfo será nuestra. – Las armas republicanas dieron a Ituzaingó – Misiones, Laurel del triunfo. – Al Ejército, salud.
Bonitos santo y seña, ¿no le parece compañero, los de mi tiempo?
– Y los del mío no se quedan atrás.
– Todos tienen su mérito respiraban patriotismo y valor. Cada uno en su tiempo.
– ¡Hombre! En todos, la patria fue nuestra deidad; su independencia y libertad la aspiración de los Orientales!
(…)
* Isidoro de María. Montevideo Antiguo. Tradiciones y Recuerdos. Tomo II.
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