Carlos Vaz Ferreira en Moral para Intelectuales hablando sobre la evaluación docente.
El deber de cultura en los estudiantes se oscurece y se complica, sobre todo, por la acción fatal, forzosa, que ejercen sobre la manera de estudiar, y sobre las mismas mentes juveniles, ciertos procedimientos de fiscalización de que el Estado, al organizar la enseñanza, no puede prescindir.

Fuente: vazferrerira.org
“El deber de cultura en los estudiantes se oscurece y se complica, sobre todo, por la acción fatal, forzosa, que ejercen sobre la manera de estudiar, y sobre las mismas mentes juveniles, ciertos procedimientos de fiscalización de que el Estado, al organizar la enseñanza, no puede prescindir.
Esos procedimientos, sean exámenes propiamente dichos, o realícense en cualquier otra forma de las usuales tienden, unos en mayor, otros en menor grado, a producir un efecto estrechante y hasta, desde cierto punto de vista, y por paradojal que esto les parezca por el momento, también inmoral.
Especialísimamente los exámenes comunes, producen un doble mal, de orden intelectual y de orden moral.
En lo intelectual, producen una psicología peculiar; describirla, será describir a ustedes lo que todos conocen (pero lo que, tal vez por conocerlo demasiado, por tenerlo demasiado cerca, por tenerlo adentro, no hayan podido quizá observar bien).
Una observación muy vulgar, que yo he hecho desde estudiante, es la siguiente: ¿se han fijado en la terminología de que habitualmente se sirve el estudiante para hablar de las asignaturas que cursa? Mi observación es que esos términos parecen querer significar invariablemente, algo que va de adentro afuera; son, se me ocurre decir, todos términos centrífugos, nunca centrípetos. Un estudiante pregunta a otro: ¿qué das este año? O ¿Qué “sueltas? O ¿qué “largas” este año?…; todos los términos son análogos. Las palabras que emplean, nunca se refieren a algo que entra; se refieren invariablemente a algo que sale.
Esa terminología se relaciona con un hecho de alcance muy importante, psicológica y pedagógicamente: con la inmensa diferencia que existe entre estudiar para saber y estudiar para mostrar que se sabe.
Se trata de dos cosas completamente diferentes en cualquier momento de la enseñanza; el que estudia en la segunda forma, está obsesionado con la idea de que, ese saber, que en ese momento absorbe, ha de echarlo afuera; de que tiene que mostrarlo, que exhibirlo, que probarlo. Como consecuencia, la preocupación de recordar, predomina, en mayor o menor grado, sobre la preocupación de entender. Se producen entonces una artificialización y una superficialización de la cultura.
Pero el mal no es solamente de ese orden: he dicho también que esos procedimientos de fiscalización (y no entro ahora a discutir si son o no una necesidad, si pueden o no ser suplidos, cuestión que aquí no trato) tienden hasta a crear una moral especial; son como la guerra: el estado de guerra tiene su moral propia; el homicidio, el engaño, otros muchos actos que en la moral propiamente dicha, son reprochables, en la guerra pasan a ser disculpables y hasta laudables; del mismo modo conservando los grados, los exámenes tienen también una moral especial; y, dicho sea de paso, ni quiero yo condenar demasiado a los que la aplican: lo que debemos constatar es simplemente que se trata de algo a tener en cuenta.
Se exige a la memoria un esfuerzo antinatural; los programas crecen indefinidamente, y se multiplican las materias a programar; y el espíritu se defiende; sencillamente, se defiende: se crea hábitos y facilidades especiales, prácticas útiles de defensa, y no hay derecho a condenar eso con demasiada severidad. Creo que no habrá uno solo de nosotros que, juzgándose con un criterio moral un poco delicado, no tenga algo que reprocharse, por lo menos en el sentido de haberse procurado sobre un punto cualquiera, o sobre muchos, una erudición un poco ficticia destinada a simular el saber ante una mesa examinadora, o de haberse preocupado más, por ejemplo, de las cuestiones que pregunta habitualmente tal o cual examinador, que de las cuestiones importantes; o simplemente haber estudiado sólo las cuestiones que están en el programa de examen, aunque no tengan tanto valor, en prejuicio de otras cuestiones que, no estando incluidas en el programa, tienen un valor inmenso”.
*Extraído de Moral para intelectuales. Montevideo 1957. Homenaje de la Cámara de Representantes. Pp 21 22 23
Más información: http://www.vazferreira.org/ http://www.quintavazferreira.org.uy/
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