París según el joven José Batlle y Ordoñez I
Extraído de Jose Batlle y Ordoñez. El joven Batlle. Documentos para el estudio de su vida y de su obra. Serie 1 1856 -1893. Tomo I. Poder Legislativo, Cámara de Representantes, Montevideo 1994. Página: 84

Extraído de Jose Batlle y Ordoñez. El joven Batlle. Documentos para el estudio de su vida y de su obra. Serie 1 1856 -1893. Tomo I. Poder Legislativo, Cámara de Representantes, Montevideo 1994. Página: 84
Este tomo es el más interesante a mi entender.
Carta de José Batlle y Ordóñez a su padre Lorenzo Batlle.
París, Marzo 7 de 1880
Señor Don Lorenzo Batlle.- Montevideo.
Querido padre. La última carta que he recibido, fecha 26 de Enero, viene llena de quejas. Tal vez me reconocería culpable de una demora de 7 ú 8 días pero no de mas.
Es necesario que no seas fatalista. Cuando tarden en llegar mis cartas, en lugar de adjudicarme a diestro y siniestro toda clase de enfermedades y desgracias, piensa, mas bien, que estudio afaosamente ó que me divierto demasio (sic), y será probable que te encuentres mas proximo de dar en la tecla.
La causa de la parte de demora de que me hago responsable, fue el frio que me quitaba las ganas de estar mucho rato quieto, pero en general lo que me hace algunas veces ser un poco tardio es que se me presentan constantemente estos tres caminos abiertos: pasear estudiar, escribir, siendo el primero el que generalmente tomo. Vuelvo á mi cuarto tarde (á las 10, á las 11) y fatigado. Recuerdo que tengo que estudiar y que escribir; pero mi cerebro funciona pesadamente y no sé porque decidirme. El sueño se aprovecha de estas vacilaciones y triunfa, haciendome ganar la cama, aplazando mis proyectos para el dia siguiente. Amanece: me despierto tarde ó temprano; pero generalmente temprano; leo hasta las 11 sin levantarme. Voy despues al restaurant y como; vuelvo á mi cuarto y tomo café; y entre revueltas y vueltas son ya la una y media ó las dos de la tarde. Viene Lopez á estudiar matematicas, ó no viene: en este último caso escribo y hago una carta si estoy de vena. A las 5 voy al gimnasio, como a las 7, ó á las 6 en los dias en que no hay gimnasio y vuelvo a pasear. Te doy todos estos pormenores para que me hables en tus cartas un poco menos de mi, que yo se que estoy muy bien, y un poco mas de Vds., cuya salud, etc me inspira bastante interés para desear tener algunos datos.
En cuanto a mi, vuelvo a decirte que estoy perfectamente bien. El gimnasio me ha valido mas que una botica entera. Tengo alto el pecho, anchas las espaldas y los brazos mucho mas nervudos que cuando salí de Montevideo. Tengo la esperanza de curarme completamente de mis dolores neuralgicos. El caminar que era lo que mas daño me hacia, apenas me cansa un poco. Anoche tome la orilla izquierda del Sena y bajé hasta enfrentar el palacio del Trocadero. Despues volví por el Boulevar de Saint German. Dos horas no interrumpidas de camino.
Me llevaba el deseo de gozar del espectáculo que presenta el Sena por las inmediaciones del palacio de la Industria y la Plaza de la Concordia. El alumbrado de las calles laterales y el de los puentes, las innumerables luces de la Plaza de la Concordia, y los faroles de la turba de coches que se mueven en todos los sentidos, forman una especie de cornona de luz que rodea completamente al que se encuentra situado en alguno de los puentes, ó á la orilla del río. Las luces mas proximas se reflejan en el agua, formando como columnas luminosas en las que parece asentada la muralla y los edificios que ella sostiene. Esto solo bastaria para hacer el encanto de una/
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imaginación un poco atrevida; podria fingir bóvedas sin término y palacios inmensos encantados, otro mundo, en una palabra, de un esplendor nunca visto, vedado para nosotros, bajo la superficie sombria y algo rugosa del rio; pero lo que da una originalidad mas grande y hace mas fantástico le cuadro son los numerosos vaporcitos que suben ó descienden rapidamente la corriente casi invisibles en medio de las sombras de la noche. El bulto informe del que no se distingue bien mas que el movimiento, el escape acompasado del vapor, en unos, que pudiera compararse a la respiración de un monstruo jadeante; el silencio con que se deslizan, en otros; y los dos farolitos verdes, amarillos, ó rojos, que llevan a proa, en todos unicamente comparables á los ojos que matan solo con la mirada, de algun animal marino nunca imaginado, causan la ilusion, sin mucho esfuerzo de la imaginacion, de que efectivamente es aquel un mundo nuevo, abundantemente poblado de seres increibles; y se apodera cierto disgusto del alma y corre cierto frio por las venas, cuando vemos una cosa sombria, con dos ojos ojos (sic) verdes, por ejemplo que se aproxima rapidamente hacia nosotros.
La profusion de luz es una de las cosas que mas me admiran en Paris. Hay veces, en mis paseos, que solo me entreguengo en observar los hilos de fuego que forman los faroles al proyectarse unos sobre otros, y suelo meterme por algunas calles, aunque me encuentre cansado y aunque tenga que caminar mucho mas, sin objeto/ alguno, atraído solamente (como las palomas cenicientas, que se queman en las luces de los cuartos abiertos, en las noches de verano) por el resplandor rojizo ó amarillento de los faroles.
He ido expresamente á la Avenida de la Opera, en una noche lluviosa, con el único objeto de ver de nuevo, el espectáculo que ya otra vez habia visto por casualidad, de la refelxion de las luces de aquella calle sobre el pulido pavimento, cambiado en inmenso espejo por efecto de la lluvia. La luz eléctrica ha sustituido al gaz en aquella avenida…pero no quiero entrar en descripciones enojosas que no darian nunca una idea bastante clara de lo que deseo pintar.
(Continúa…)
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