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Fede Lagrotta

Historias y reflexiones de Uruguay

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El Golpe de Estado de 1933:La destrucción de la constitución y la constitución de la dictadura

Texto extraído en su totalidad de “ESTUDIOS La Semana de EL DíA. Montevideo, sábado 26 de marzo de 1983”

Texto extraído en su totalidad de “ESTUDIOS La Semana de EL DíA. Montevideo, sábado 26 de marzo de 1983” 

La destrucción de la constitución y la constitución de la dictadura

Cayó en defensa de la Constitución, expresión de nuestra libertad y, como dijera Domingo Arena, “en un sublime arranque de lealtad y de amor, se hizo enterrar con ella, el mismo día y a su lado”

   Las libertades y la democracia de América ingresaban en un cono de sombra. Uruguay quería creerse una excepción cierta, confiado en el respeto a las instituciones y una civilización política que se entendía inquebrantable. 

 Sin embargo, desde 1931 la economía nacional experimentaba fuetes contrastes, agravantes de las dificultades estructurales, y simultáneamente el presidente Dr. Gabriel Terra desplegaba una intensa propaganda propiciando la reforma constitucional, a la que seguiría una ofensiva contra el Colegiado y el pacto de octubre. El Dr. Demichelli – que respaldara el acuerdo de 1931 – era al año siguiente un publicista apasionado del “antipactismo”. En “El Uruguay hacia la Dictadura”, Gustavo Gallinal recuerda: “El pactista de 1931 había dicho que el partido batllista salvó sus principios en el acuerdo; el antipactista de 1932 contestó que “

   En el año en que comienza a editarse “El Pueblo”, dirigido por Ghigliani y Demichelli, vocero de las orientaciones presidenciales, y de la reforma constitucional contra “el batllismo conservador”

   El objetivo era articular sólidamente en un esquema causal la crisis económica con la estructura institucional. El que fuera Decano de la Facultad de Derecho, Dr. Emilio Frugoni, editará luego en Buenos Aires “La Revolución del Machete”, un profundo análisis del marzismo, en el que señala: “… si había malestar y descontento en el pueblo, acrecentados por las circunstancias propias de una crisis que envolvía a todos los países del mundo en una atmósfera cargada de electricidad, el desconformismo de las masas populares y de las clases laboriosas no se orientaba hacia el problema de las reformas políticas. Miraba hacia los problemas económicos y financieros, o mejor dicho, hacia las consecuencias de estos problemas, para cuya solución aquellas formas no constituían en realidad un obstáculo. 

   No era una posición espiritual del pueblo atribuirle al colegiado o a las autonomías departamentales la culpa de sus penurias más o menos intensas. Si se llegó a arrastrar a una parte del pueblo a esa oposición, fue por obra de una desaforada propaganda que contó con los medios de que pudo valerse la Presidencia de la República, y la contribución de estancieros, latifundistas y grandes capitalistas en general…”

   En esa etapa el Batllismo asume la plena defensa de la Constitución y de las formas legitimas de reformarla. En la Convención del Partido, Baltasar Brum resume en octubre de 1931 el criterio principista: 

   “Haré la defensa – sostuvo – en primer término, de nuestro régimen constitucional: el programa del Partido nos manda y considera como una el establecimiento del colegiado integral, lo que significa que lo considera bueno, aún cuando susceptible de mejora. Ultimamente se ha iniciado una campaña reformista que tiende a convencer al país de que el régimen en vez de ser bueno, es malo. Incurren en un profundo error los que así se expresan: pues el actual régimen constitucional – con la única diferencia visible de conservar la inútil y peligrosa institución presidencial, es superior a todos los que existen en el Continente Americano y ha dado excelentes resultados aún en los momentos en que el batllismo carecía de influencia en el Consejo Nacional… La presente organización constitucional es buena, pero eso no impide que nos preocupemos de satisfacer la aspiración partidaria de perfeccionar las instituciones , y en consecuencia, debemos concretar así nuestra posición: el régimen vigente ha dignificado a la República en el concepto mundial, pero puede ser perfeccionado por una nueva constituyente que suprima la presidencia”.

MARZO DE 1933

   Gabriel Terra, cuando se presentaba como candidato presidencial en la Convención, definió sus lineamientos doctrinarios y reafirmó su lealtad a la democracia: “Nuestro socialismo – sostuvo – no quiere saber ni de dictaduras ni de dictadores civiles, ni de dictaduras militares, porque unas y otras son infamantes, denigran, envilecen al pueblo, y nuestro pueblo no es manso, es el pueblo de charruas” (citado por Juan Carlos Welker – Baltasar Brum). Estaba a mitad de camino. Ya había muerto Batlle y Ordóñez, que nunca había querido depositar en el toda su confianza, pero aún no estaban dadas las condiciones para su proceso dictatorial. 

   A lo largo del primer tramo de 1933 las tensiones aumentan y fracasan los intentos de reducirlas. El 29 de marzo el Batllismo hace público un Manifiesto de la República: 

   “La gravedad de la situación política impone a todos los ciudadanos de la República definir claramente su posición y asumir, con serena pero indeclinable energía, la responsabilidad que corresponde ante la historia y ante los sucesos que se precipitan”.

   “Nadie puede llamarse a engaño. Do tendencias, diametralmente opuestas y netamente definidas, se organizan para la lucha. De un lado, los que pretenden trasplantar a nuestro medio las soluciones de violencia que llenan de dolor, de sangre y de vergüenza a casi todos los países de América, negándole al pueblo el derecho de gobernarse a si mismo; poniendo los destinos de la sociedad en manos del más audaz y menos escrupuloso, hasta que otro todavía más audaz y con menos escrúpulos, los sepulte, con poderes igualmente discrecionales, in frenos de ninguna naturaleza, en el manejo de los intereses morales y materiales de la nación. De otro lado, los que exigimos que se respete estrictamente la Constitución de la República para que el pueblo, en el libre ejercicio de sus derechos esenciales, decida sus destinos”.

   “Somos partidarios del plebiscito en todas sus modalidades, con fines constitucionales y legislativos – como lo fuimos en la Constituyente de 1917, siendo vencidos – y estamos dispuestos a incorporarlo a la Carta Magna como lo ha expresado la Agrupación Colorada de Gobierno Nacional por unanimidad, en el proyecto que acaba de articular y someter a consideración de la Convención del Partido, para revestirlo de la más alta autoridad y prestigio. Pero el problema de la reforma constitucional, pasa a segundo plano cuando están en juego la democracia y las libertades públicas. Con e plebiscito inconstitucional o la dictadura, se destruirá el único instrumento que el pueblo puede esgrimir para labrar su felicidad por la implantación de la justicia social que vamos conquistando, gradualmente, en azarosa lucha, movidos por el sentimiento medular de la solidaridad humana”.

   “Todas las fuerzas oscuras de la reacción y del despotismo se coaligan para destruir la obra de paz, de libertad y de justicia que hemos realizado al precio de tanto esfuerzo, de tanta sangre y de tanto dolor”

   “Incorporarse a las filas de los que pretenden imponer la reforma por el plebiscito inconstitucional, mientras se intenta montar en la sombra la máquina de la dictadura, es renegar de la máquina de la dictadura, es renegar de la democracia y la dignidad ciudadana, traicionar el espíritu luminoso de Batlle, que es la esencia misma del Batllismo, y ponerse al servicio de los gestores del infortunio de la República”

   “Nadie puede llamarse a engaño. En esta hora solemne para los destinos del país, el deber es claro: lo honorable es estar con la democracia”.

   Firmaron el Manifiesto Domingo Arena, Antonio Rubio, Juan P. Fabini, Baltasar Brum, Tomás Berreta, Carlos María Sorín, Edmundo Castillos, Federico Capurro, Eduardo Acevedo Alvarez, Mateo Legnani, Alfeo Brum, Manuel I. Vázquez, Lorenzo Batlle Pacheco, Rogelio Sosa, Andrés Martinez Trueba, Santin Carlos Rossi, Juan F. Guichón, Clemente Ruggia, Carlos T. Gamba, Modesto Etchepare, Ricardo Cosio, Rogelio G. Dufour, Luis E. Brause, Héctor Astorga, Roberto Ferreira Feria, Jorge Caboneli y Migal, César I. Rossi, Orlando Pedragosa Sierra, Raúl J. Lapetra, Alberto Macció, Hermenegildo Melo, Florentino Guimaraens, Alberto Dominguez Cámpora, Antonio Gustavo Fusco, Luís de Mela, Agustin Minelli, Alberto Zubiria, Vicente Grucci, Enrique Rodriguez Fabregat, Antonio Valiño y Suerio, Orestes Lanza, Carlos Masiotti Silveira, Odorico Antúnez, Juan B. Maglia, Tomás Barbatto, Pablo María Minelli y Máximo Halty.

  Para el día siguiente fue convocada la Convención. Se sometería a su consideración el proyecto del Dr. Alberto Dominguez Cámpora que habilitaba un más rápido proceso de reforme e introducía el plebiscito consultivo. El Teatro Royal, donde debía reunirse, es cercado por las fuerzas policiales que impiden la realización del acto en el marco de las “Medidas Prontas de Seguridad” estableciéndose la censura de los órganos de prensa “que hubieran atribuido propósitos dictatoriales al presidente de la República”

  Se iniciaba un proceso que para la prensa comprendería tres etapas: el establecimiento de la censura previa, remitiéndose los artículos a la oficina encargada de ejercerla, ubicada en los altos del café Tupi Nambá, en la calle Buenos Aires, prohibición de informar respecto a la existencia de la censura y, finalmente, prohibición de dejar espacios en blanco como mudo testimonio de su existencia. 

  En su Mensaje a la Asamblea General, Gabriel Terra afirmaba: 

  “El presidente de la República no quiere, no desea, no busca la dictadura. Por el contrario, la repudia como procedimiento para fundar sobre su base el predominio personal de un hombre o de un círculo. Lo único que el Poder Ejecutivo desea patriótica y ardientemente, es la consulta popular, para que el pueblo soberano pueda decidir sus propios destinos, resolviendo la tremenda crisis política que se ha desatado sobre la República. En su Mensaje del 15 de marzo calificó ya la situación creada, reclamando de la Asamblea la sanción del plebiscito, en su carácter inaplazable de ley de tranquilidad social. Esto no obstante, algunos miembros de los Poderes Públicos (legisladores e integrantes del Consejo Nacional) le atribuyen a la presidencia de la República propósitos subversivos como se comprueba en el manifiesto que dirigen a los ciudadanos en el diario EL DÍA del 30 de marzo del corriente

   … Las medidas de seguridad adoptadas por ahora consisten: 1º) En censurar la propaganda de aquellos órganos de publicidad que atribuyen propósitos dictatoriales a la presidencia de la República. 2º) En intervenir en las cárceles frente a los rumores circulantes, de posible libertad de delincuentes. 3º) En medidas de seguridad en las Usinas Eléctricas, Aguas Corrientes, Telégrafos y Teléfonos, por tratarse de servicios públicos indispensables.”

   Reunida la Asamblea General en sesión extraordinaria, para considerar el Mensaje, resolvió: “La presidencia de la República dejará sin efecto, de inmediato, las medidas tomadas según su mensaje enviado a la Asamblea General en el día de ayer”. 

   “La Asamblea cumplió con su deber, comentaba Emilio Frugoni. Sabiendo que decretaba su disolución, se negó a complacer al presidente dictatorial. Es una resolución que la honra ante la historia. Fue una bella muerte. Lo contrario hubiera sido vivir en la ignominia, para no vivir tampoco largamente. La sesión terminó cerca de las 3 de la mañana. Y pocas horas después la dictadura era un hecho. El doctor Terra no acataba a la asamblea…”

    Desde el Cuartel de Bomberos, sede además de la Policía de Investigaciones, se inician las acciones oprimentes del marzismo. Decretada la disolución del Parlamento y del Consejo Nacional de Administración, comienza la detención de los dirigentes. A las 7 de la mañana del 31 de marzo salen en busca de Baltasar Brum… 

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